Y tras un cumulo increíble de circunstancias, acabamos en el aeropuerto de Atenas, después de una noche sin dormir en el aeropuerto de Telaviv y sus insoportables y austeras sillas rígidas.
Llegar a Grecia, fue una perdida de exotismo, autenticidad y de inercia de nuestro viaje y fue ganar en calidad de vida, alimentos y tranquilidad. Estábamos en Europa y aquí aunque al principio todo nos resultaba extraño en pocas horas nos adaptamos a su familiaridad y homogeneidad.
Atenas nos sorprendió gratamente, pues nos habían dicho que era fea y sucia, y para nada nos lo pareció. Nos resultó muy parecida al resto de ciudades europeas, que desgraciadamente cada día se parecen más y más engullidas por la globalización salvaje que nos imponen, con su calle peatonal principal llena de Zaras, H&M, McDonalds…y lo que la marca la diferencia respecto a cualquier ciudad del mundo, es su impresionante zona de la acrópolis.
A pesar del desfalco histórico organizado por franceses, alemanes y sobre todo ingleses, como siempre los hijos de la gran Bretaña, en la cumbre del arrogante bandolerismo consentido y aceptado mundialmente, bueno pues a pesar de todo eso, tiene una magia especial, y piensas que de aquí salió el pensar y entender la vida tal y como casi lo entendemos hoy en día.
A pesar del desfalco histórico organizado por franceses, alemanes y sobre todo ingleses, como siempre los hijos de la gran Bretaña, en la cumbre del arrogante bandolerismo consentido y aceptado mundialmente, bueno pues a pesar de todo eso, tiene una magia especial, y piensas que de aquí salió el pensar y entender la vida tal y como casi lo entendemos hoy en día.
Está lleno de cafés estupendos y cuidados, hiper caros para nuestro histórico del viaje, capuchino 4 euros… pero bueno, es agradable pasear por su centro histórico y peatonal. Nos gustó sobre todo una zona al norte de la plaza Sintagma, que se llama Exarhia y su plaza, platea Exarhion, nos pareció de lo más auténtico y alternativo de Atenas, nos encantó su aire melancólico de bares y restaurantes a pie de calle en un ambiente bucólico y hippy, recordándonos un poco a nuestro querido Berlín Este.
En su plaza principal, en la plaza Sintagma, estaban acampados un puñado de indignados por la situación y el desfalco actual que sufre Grecia, primero les regalaron el dinero sin preguntar y ahora se lo cobran a unos intereses abusivos que han colapsado su economía, y sus servicios públicos. Muchos empelados públicos llevan meses sin cobrar esperando que Europa y que el FMI dé el dinero a sus corruptos políticos para que sigan malgastando y una parte vaya a pagar sus sueldos atrasados. Han tenido que vender el país para que los de siempre no pierdan ni un duro de sus mezquinos dineros. Que vergüenza de globalización y adoctrinamiento consentido, que toleramos entre todos con nuestra pasividad y falta de ganas.
De Atenas, fuimos a buscar nuestro coche a Lavrio e increíblemente fue todo sencillísimo, solo firmar un papel, pagar 125 euros y nada más, ni aduanas, ni nada, todo perfecto rápido y sin complicaciones…increíble para nosotros.
De allí nos fuimos hasta el Peloponeso, recorriendo toda su costa de sur a norte, sin guías ni historias, sólo un mapa que nos regalaron en la oficina de turismo y que nos sirvió para ir descubriendo sin ningún compromiso turístico, tranquilamente, sin prisas, toda su hermosa costa. Particularmente nos encantaron los pueblos y el entorno de Epidravos, Monenvasia, Elafonissos, Pilos, Korifassi…es decir todo el sur del Peloponeso. Estaba prácticamente sin turistas y dormíamos en playas desiertas al arrullo del sonido de las olas, apenas a unos metros de nosotros.
De allí fuimos a Olimpia y su espectacular pasado deportivo del cual todos sabemos su significado, primeros juegos olímpicos de la historia, primera cultura del deporte y la competición. Impresionante a pesar del calor que hacia durante el día con temperaturas que llegaban a los 38 grados, menos mal que las noches eran agradable pues refrescaba.
A medida que subíamos más al norte por la costa del mar Jónico, los lugares se llenaban más y más de gente, en la isla de Lefkada, en principio preciosa, nuestro feeling quedó ensombrecido por la cantidad de turismo que recibe hordas de caravanas italianas y alemanas, llenando playas, campings, supermercados… y te alejaban de la tranquilidad y las buenas vibraciones de las que disfrutamos días antes, por lo tanto pensamos que, con el calor cada día subiendo, y la cantidad de gente que veíamos todos los días apelotonados en campings, en donde ellos piensa que llevan una vida al aire libre acomodados en sus enormes caravanas a 1,5 metros del vecino, cosa que no podemos entender y que cada vez llevamos peor. Era más difícil hacer camping salvaje del nuestro ya que todo estaba ocupado por urbanizaciones casas y campings.
Por lo cual, pensamos que nuestros días gitanos en Grecia, tenían que terminar, e intentar estar nuestros últimos días de esta maravillosa experiencia con un poco más de frio y tranquilidad, así que hemos decidido acabar en los Alpes, en el sitio menos turístico y concurrido a poder ser.
Gitanos lo decimos por que, salvo los días de Atenas, el resto hemos dormido en el coche en sitios solitarios, más o menos, y siempre haciendo vida fuera del coche en las sillas y nuestra mesa, viendo películas en nuestras noches estrelladas, bebiendo buen vino de 2,5 euros el litro y medio en la bota, un queso feta y unos tomates espectaculares y disfrutando de los calamares y boquerones fritos y del pulpo a la plancha y su medio litro de vino de la casa por 2,5 euros!!! en casi todos las tabernas del sur del Peloponeso, sin apenas gente. Hay que decir que toda Grecia está llena de tavernas, nuestras preferidas eran las que estaban al lado del mar en pueblos pesqueros pequeños y evocadores.
Además nuestras conversaciones se eternizaban al compas del vino, ya que una cosa que hemos notado, es que aquí no te quitan los platos cuando terminas de comer y te dejan que te expreses, que te tomes café y hagas tertulias interminables, cosa que no sucede en el resto de países que hemos estado en donde apenas comes ya te quitan el plato como incitándote a levantarte y dejar el sitio libre.
Qué maravilla, las viejas tavernas griegas al pie de mar, con sus sillas y mesas azules y su manteles de papel blanco con el mar de fondo y a menudo el sonido del sirtaki en la vieja radio de la estantería, en la más absoluta tranquilidad y humildad mundana, sin ruidos de coches, apenas algún que otro pequeño pesquero que entra en sus miles de puertos pequeñitos diseminados por toda su inmensa costa.
Grecia, nos ha devuelto el buen comer y la buena vida, todo el día al aire libre. Esto ya se puede decir que son vacaciones de verdad, en donde te dejas llevar sin más impulso que la torpe intuición y los paisajes solitarios.
Grecia, estuvimos como gitanos y nos lo hiciste pasar la mar de bien. Esta vez guardamos mejor recuerdo que cuando pasamos por el norte, en agosto del año pasado camino de Estambul, camino de nuestro sueño que ahora esta terminando irremediablemente.
Atenas:
La península del Peloponeso:
Olimpia: